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Laberinta es casa embrujada, con sus espectros

espiando desde los vidrios rotos de la garganta de

su autora, que en embrujo de tinta se florece, se da vida

en este plano al arrastrar el universo inexplorado que

la habita y vestir lo espectral, que deviene poesía. La

ausencia, desprovista de sus propios espectros, ahora es

la cuna de la poesía. Es la casa que le escupe jardines al

mundo a través de sus propios ventanales.

Aquí se atestigua la transfiguración de la nada, la

edificación de lo posible a partir de alguna cosa pequeña

que durmió demasiado tiempo en un rincón que siempre

se pensó vacío. Es que hace falta comprender que el

vacío siempre fue una invitación a exhalar los castillos

que nos habitan. El refugio se pare a sí mismo: la poesía

es la prueba de que siempre nos quedará algo cuando

pensemos que lo hemos perdido todo.

Donde hay una ausencia, tarde o temprano habrá un

poema. El poema es la ventana a través de la cual el mundo

que fuimos vaciando, vuelve a llenarse. El poema es la

parte más delgada de este reloj de arena que Maru Leone

acaba de dar vuelta sobre las manos de los fantasmas que

nos esperan ahí, donde nada queda.

                                  Juan Solá, en el prólogo


Págs. 192

LABERINTA

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Laberinta es casa embrujada, con sus espectros

espiando desde los vidrios rotos de la garganta de

su autora, que en embrujo de tinta se florece, se da vida

en este plano al arrastrar el universo inexplorado que

la habita y vestir lo espectral, que deviene poesía. La

ausencia, desprovista de sus propios espectros, ahora es

la cuna de la poesía. Es la casa que le escupe jardines al

mundo a través de sus propios ventanales.

Aquí se atestigua la transfiguración de la nada, la

edificación de lo posible a partir de alguna cosa pequeña

que durmió demasiado tiempo en un rincón que siempre

se pensó vacío. Es que hace falta comprender que el

vacío siempre fue una invitación a exhalar los castillos

que nos habitan. El refugio se pare a sí mismo: la poesía

es la prueba de que siempre nos quedará algo cuando

pensemos que lo hemos perdido todo.

Donde hay una ausencia, tarde o temprano habrá un

poema. El poema es la ventana a través de la cual el mundo

que fuimos vaciando, vuelve a llenarse. El poema es la

parte más delgada de este reloj de arena que Maru Leone

acaba de dar vuelta sobre las manos de los fantasmas que

nos esperan ahí, donde nada queda.

                                  Juan Solá, en el prólogo


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